En mi
recorrido en el mundo del yoga, me topé con un profesor que me
espetó durante una clase "si practicas desde 10 años y tu
flexibilidad aún es así, es que algo estás haciendo mal". Mi
naturaleza rebelde se erizó ante tal afirmación, ya que después de
unos días de convivencia con él sus malos modales, su manera de
criticar y juzgar a diestra y a siniestra y su afán despótico
habían llevado mi paciencia a su limite. Internamente contesté "y
si después de 15 años de práctica te comportas así, entonces es
que algo estas haciendo mal".
Y el caso es
que estoy convencida que la meta del yoga es lograr un equilibrio
interno, una alquímia del alma, en la cual el cuerpo sirve de
herramienta como soporte físico y energético del ser, pero no
representa el fin ultimo. Que mas allá de doblarte como un chicle
o lucir un cuerpo bikini haciendo alguna asana especialmente vistosa,
sirve para aprender a vivir y dar lo mejor de ti-mismo
aprendiendo a aceptar y a amarte, amar la vida y el mundo.
Bueno, todos
empezamos para algo (para hacer ejercicio, para ganar flexibilidad,
para aprender a relajarse) y en las primeras clases nos toca lidiar
con la rebeldía de nuestra mente , con la rigidez de nuestro cuerpo,
con el dolor, con las reacciones emocionales que surgen de manera
natural... pero poco a poco, si nuestra práctica es contínua y
guiada adecuadamente, se hace más intima, más interna, y crecemos
a todos los niveles. Donde había desconfianza, hay amor, donde
había miedo, hay coraje, donde había critica y negatividad hay
sonrisa y aceptación: eso a fin de cuentas es más
importante que el numero de segundos que aguantas en Chaturanga
Dandasana o si puedes agarrar tus dedos de pie cuando haces la
pinza... cosa que a veces el enfoque occidental, con su narcisismo y
su competitividad exacerbada, tiende a olvidar.
Cinco indicios de que tu práctica va por buen camino...el camino interno
1- Te conviertes en el centro de tu práctica
Nada
más
llegar cierras los ojos y conectas con tu respiración,
entrando en el templo interno. Ya sabes el camino, antes que el
profesor lo diga, y te libras poco a poco del apego a tal o
tal profesor, porque tu
profesor interno se ha desarrollado. Ya no te comparas
con los demás alumnos, con el profesor, porque entendiste
que tu propia realidad es la única que importa
. Disfrutas de tu práctica adaptándola intuitivamente a tu estado
actual, siendo más enérgico los días que te quieres comer al mundo
y regocijándote en variantes más suaves pero con mucha presencia los
días donde tu cuerpo esta cansado. Hacer yoga se convierte
en algo tan esencial y natural en tu vida
que no necesitas compartir cada práctica en facebook
ni contarla a todo el mundo... como no le cuentas al mundo que cada
día respiras...
2- La práctica se convierte en su propio objetivo
Tus
objetivos han dejado de preocuparte, disfrutas el camino; en
vez de machacarte intentando cosas demasiado difíciles para tu
estado actual y forzando los limites de tu cuerpo por querer agradar
a la ambición de tu mente, realizas la práctica a tu ritmo
recordando a Patanjali: “Sthira sukham asanam”, el asana es una
postura firme y confortable. La postura mental, el habitar el
cuerpo, el abrazar la sensación, es más importante que la perfección
física. El objetivo no es llegar más lejos, tocar la nariz con
la espinilla o bombear la respiración de fuego a 200 latidos por
minuto. Ser, estar ahí, observar, se convierte en algo más
importante que hacer. Abrazas tu imperfección en vez de luchar
contra ella. Tu práctica se vuelve más armoniosa y no te lesionas
nunca, porque te conviertes en escucha pura.
3- Tu práctica se amplia fuera de la sala hacia tu vida entera
Tu postura
se va corrigiendo y tu consciencia corporal aumenta. En la
oficina, en la cocina, delante de la televisión, reconoces más
rápidamente cuando estás cerrando el pecho o quebrando tus
lumbares, y corriges a menudo los defectos posturales que
acompañan la vida moderna.
Recuerdas
herramientas físicas y psicológicas para sentirte mejor cuando lo
necesitas: cuando te agobias, tienes el reflejo de observar tu
respiración y dejar que se calme para que la ansiedad se disipe.
Cuando tienes algo encogido, escuchas tu cuerpo susurrarte una
pequeña secuencia que alivia tus tensiones. En resumen: eres
más consciente de tus necesidades y sabes mejor como
cuidarte.
4- Disfrutas más tu vida
Tienes más
energía física y mental. Te abres y
reconoces que como dice la canción de Bjork “Todo está lleno de
amor, solo tienes que verlo”. Ves más belleza y más amor en tu
vida.
Hay más
aceptación y menos expectativas en tu actitud y
eso te permite disfrutar más de lo que tienes y reaccionar de
manera constructiva para cambiar lo que no te gusta.
Desarrollas serenidad mental, empiezas a reconocer los juegos de tu mente, y
aprendes a distinguir lo importante. Poco a poco vas soltando lo
estéril y lo dañino, con lo cual te haces más disponible a lo bueno y lo bello. Cuando hay dolor, no le añades
sufrimiento al contar la mente una historia desdichada para
justificarlo. Reconoces cuando te vuelves emocional, y tardas
menos en volver en una zona de serenidad mental desde donde
puedes lidiar más eficazmente con la dificultad.
5- Tu sentido del humor se desarrolla
Poco a poco
aprendes a reírte de tus defectos y tus errores en vez de
dramatizar. En vez de juzgarte, te acompañas a ti mismo matizando tu
exigencia con indulgencia. También aprendes a reírte de los sucesos
desafortunados, confiando en el proceso y en tu capacidad para
navegar el rio vida. Encuentras este sitio de interés
desinteresado, donde el sentido común y la alegría de vivir
mantienen la obsesión perfeccionista a raya. La absurdez y la
crueldad del mundo no te hieren con un filo tan cortante, porque
aceptas que son parte de un mundo tan imperfecto como nosotros
mismos, y con humor reconoces en ti las mismas plagas que asolan
el mundo: violencia, codicia, egoísmo, ignorancia. El gran
chiste cósmico: lo tenemos todo para vivir perfectamente y corremos
hacia la autodestrucción por no conocernos a nosotros mismos. Es
para llorar o para reír, realmente. Eliges reír, porque ya hay
muchas lágrimas, y porque es desde esta energía benevolente que
serás susceptible de cambiar el mundo. Sonríes y sigues.
Hacía mucho tiempo que no leía algo tan sensato sobre el Yoga.
ResponderEliminarGracias Myriam